viernes, 31 de octubre de 2008

CANCIONES #Oct.08

1. La Monja Enana - TRUCOS DE SALON (LP Humo y Espejos)


2. Albert Pla - Fantasma (LP La Diferencia)
3. Kaiser Chiefs - You Want History (Off With Their Heads)
4. Entre Ríos - Tambor (LP Entre Ríos)
5. My little airport - 浪漫九龍塘 (LP Feelings For You)
6. Christina Rosenvinge - La distancia adecuada (versión KIss) (LP Tu Labio Superior)
7. Hexes & Ohs - H-H-Highschool (LP Bedroom Madness)

jueves, 30 de octubre de 2008

THE CURE - 4 : 13 Dream

- ¿Reafirmación o autoplagio? -

La publicación de Wish (1992) marcó un antes y un después en la historia de The Cure. Llámame nostálgico pero, desde entonces, la banda de Robert Smith no ha hecho otra cosa que retroalimentarse a base de su propio legado. Por el camino han quedado giras para el recuerdo, canciones más o menos inspiradas y trabajos irregulares con algunos momentos de brillantez como el fallido Wild Mood Swings (1996), el oscuro Bloodflowers (2000) o el ecléctico The Cure (2004). Un disco de pop, otro introspectivo y un tercero en el que se recogían prácticamente todas las facetas de su carrera. 2008 nos trae su cuarta referencia en dieciséis años, 4:13 Dream, que marca otro punto de inflexión en su sonido, ahora más orientando al rock de guitarras.


No es casualidad que Ross Robinson fuera productor de su anterior obra. Desde entonces, convertidos en nuevo icono para los jóvenes grupos emo y rock, decidieron prescindir de los teclados y dieron entrada al celebrado regreso de Porl Thompson, virtuoso guitarrista y compañero de Smith desde tiempos inmemoriales y miembro importante en la historia de la formación (además es su cuñado). Es por ello que quizás sus nuevas canciones tiendan a un rock contundente nunca antes explorado. No esperemos encontrar en este nuevo trabajo momentos pseudopunk a lo “Give Me It”, o las guitarras oscuras de “Open”, “From The Edge Of The Deep Green Sea” o “Cut”, ni tampoco la rabia que destilaban “The Kiss” o “Shiver And Shake”.

El giro empleado en su sonido no ha sido el problema en si, sino las herramientas utilizadas para ello. 4:13 Dream, es un disco lastrado por una extenuante sobreproducción y un desmedido exceso de efectos por no hablar de la forma de cantar de Smith, a veces excesiva y exagerada. Los singles previos que The Cure nos mostró este verano, a uno por mes, a saber: The only one, Freakshow, Sleep when I’m dead y The perfect boy, ya nos decían por dónde iban los tiros.

No obstante, y cuando se habla de The Cure, la noticia siempre es la misma y es que por fin están de vuelta (y nunca mejor dicho).


jueves, 2 de octubre de 2008

40 años de Helter Skelter


El 9 de septiembre de 1968, en el Estudio 2 de EMI, en Londres, durante las caóticas sesiones del White Album, los Beatles comenzaron la toma definitiva del tema de McCartney "Helter Skelter". John Lennon tocó el bajo y se arregló bastante mal con el saxo, cuenta Mark Lewisohn, una autoridad en materia de las grabaciones del grupo. Mal Evans, el leal asistente de la banda, participó tocando, por cierto bastante mal, una trompeta. A todo ello se sumaron dos guitarras, piano, batería, mucha distorsión y los coros de John y George. En el centro, Paul McCartney se desgañitaba a puro grito a lo largo de esta sombría cacofonía. Mientras concluía la sesión, Harrison corría por el estudio con un cenicero en la cabeza del que salían llamas, bien al estilo del bizarro Arthur Brown. Al concluir el tema, se escucha a Ringo gritar: "¡I've got blisters on my fingers!" ("¡Tengo ampollas en mis dedos!").


La canción, lejos de ser la mejor del Album blanco , era uno de los típicos temas que McCartney hacía de tanto en tanto para demostrar que no era el más soft del grupo. Como para este disco había aportado algunas baladas, como "Blakckbird" o "Mother Nature Son", quería recordarle a todo el mundo que también sabía componer temas duros. Según aclara Steve Turner en su magnífico libro A Hard Day's Write, Paul había quedado impresionado por la descripción de "rock más ruidoso de todos los tiempos" que el crítico Chris Welch le había endosado a "I Can See For Miles", de The Who, y se había quedado jugando con la idea de superarla en estruendo y caos sonoro con un tema que removiera al tranquilo público de los Beatles. El título, "Helter Skelter", hacía referencia al tobogán en espiral, habitual en los parques de los suburbios británicos.




Mientras los Beatles se olvidaban del tema y pasaban al siguiente, muy lejos de las brumas londinenses, en la soleada California, se empezaba a cocinar una historia muy diferente y sombría respecto a "Helter Skelter". Para el delirante y autoproclamado mesías Charles Manson, siempre entrando y saliendo de prisión por algún delito, ese verano de 1968 lo había encontrado en una fase menos ominosa de su terrible vida. Eterno admirador de los Beatles y deseoso de convertirse en un ídolo de rock, él mismo había pasado ese tiempo registrando canciones en el estudio de la casa de Brian Wilson, líder de los Beach Boys. Dennis Wilson, el baterista de la banda, produjo las grabaciones de las que surgió "Cease to Exist", un mantra siniestro compuesto por Manson que los Beach Boys terminarían grabando como "Never Learn Not To Love" en su álbum 20/20 . Entre las canciones elegidas, sobresalía "Look At Your Game, Girl", cantada por Manson, que sonaba como un James Taylor ligeramente satánico.


En algún momento de inicios de 1969, Manson (siempre rodeado por algunas de las jóvenes y alucinadas seguidoras de su secta The Family), establecido en el Spahn Ranch, mientras se movía en alguno de sus buggies por las espectrales y desérticas soledades que rodeaban a Los Angeles, tuvo una revelación. Y ésta se centró en el Album blanco. Drogado hasta las orejas, con los auriculares puestos a todas horas, Manson comenzó a buscar mensajes ocultos en el trabajo de los Beatles. Temas tan dispares como el delicado "Blackbird", el sarcástico "Piggies" o el anárquico "Revolution 9" le habían dado ideas, y no de las buenas. En todos ellos encontraba mensajes subliminales del cuarteto de Liverpool. En "Helter Skelter", como en "Revolution 9", escuchó que debía comunicarse rápidamente con los Beatles. En su afiebrada mente, esa canción tomó la forma del Apocalipsis que vendría tras la guerra por el conflicto racial entre blancos y negros en la que los últimos terminarían por imponerse. Manson y sus seguidores pasarían la prueba huyendo al desierto y en cualquiera de sus dos personificaciones, como Cristo o como Satanás, estaría allí para guiar a los que sobrevivieran al nuevo diluvio de fuego y de muerte. Con ese propósito cargaba sus buggies con ametralladoras y entrenaba a sus peligrosas seguidoras para que obedecieran sus salvajes mandatos con la rapidez del automatismo.


Finalmente, el 9 de agosto de 1969, llegó la hora de "Helter Skelter". Manson reunió y adoctrinó a sus acólitos, que cayeron como plaga de langostas sobre una residencia en Cielo Drive, en las colinas sobre Hollywood. Allí estaban Sharon Tate, la esposa de Roman Polanski (que se movía con lentitud por el embarazo de ocho meses) y un grupo de invitados. Todos fueron ultimados por los secuaces de Manson. La carnicería ganó la primera plana de los diarios, que consignaron el detalle de que la sangre de las víctimas había servido para escribir las palabras pig (otra inspiración que Manson tomó prestada del tema "Piggies") y war.

En la escena del crimen de otra masacre cometida apenas unas horas después por el grupo de Manson, en la mansión del matrimonio LaBianca, una de las integrantes de La Familia había escrito en la cocina, con sangre, el título de la canción maldita de los Beatles; pero lo hizo mal, dejando consignado "Healter Skelter", como cuenta Ed Sanders en su minucioso libro The Family. Después, los acólitos de Manson tomaron una ducha y se dedicaron a alimentar a los perros del matrimonio LaBianca.

"Helter Skelter" había cumplido su curioso ciclo. Si muchas canciones de los Beatles inspiraron romances, valiosas vocaciones musicales o simples momentos de felicidad, ésta había terminado por inspirar el ritual de sangre de un mesías extraviado que todavía hoy se pudre en prisión.



Agradecimientos a Ernesto G. Castrillón