Un club como The Cavern no hubiese pasado con éxito ninguna de las inspecciones sanitarias que hoy en día son habituales, pero en 1957 la legislación inglesa otorgaba poco poder efectivo a los inspectores de Salud Pública, quienes sí podían hacer recomendaciones pero no imponer sanciones ni cerrar locales.
Además, el club carecía de salida de emergencia, aunque sobre este punto existe cierta discrepancia. Gerry Marsden (de Los Pacemakers) alude a la existencia de una posible segunda puerta de acceso y Paddy Delaney, el legendario portero del local, parece decir que la entrada de Mathew Street era en realidad la entrada trasera a The Cavern (aunque se usase como la principal) y que el club tuvo otro acceso, fuese en la propia Mathew Street o en una calleja trasera. Resulta muy lógico que un sótano dedicado al almacenaje tuviese una entrada más holgada que unas estrechas escaleras, pero también es cierto que, tratándose de un local de construcción antigua, varias de sus características arquitectónicas originales podrían haberse ido alterando con el paso del tiempo.
Al final, fueron las deficiencias sanitarias de The Cavern las que iniciaron el principio del fin. Desde que Ray Mc.Fall compró el club a su propietario en 1959 hasta finales de 1965, no hubo problemas de importancia en cuanto al mantenimiento del sótano. Los urinarios eran muy escasos para un público medio de 700 personas por sesión, pero dicha escasez se compensaba con un generoso uso de desinfectantes. Los grupos profesionales, como Los Beatles o Gerry y Cía, que acudían por las mañanas para montar sus equipos para las sesiones del mediodía, encontraban la atmósfera del club casi irrespirable debido a la acción de los productos químicos usados.
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